Thursday, May 18, 2006

algunas lluvias son mejores que otras


Hace un buen rato que llueve en Montreal. No es como la lluvia de invierno en Santiago, aunque capaz que sí porque lo que acá pasa como primavera de repente allá sería la cola o el comienzo del invierno. "Templado" le decimos los optimistas.

Le hace bien a las plantas. Ya saqué algunas de las más aperradas mías al balcón, porque ya pasó la amenaza de heladas. Así que ahí están el Perejil y no sé qué es lo otro: empapados.

La otra noche, hace como dos semanas, me volví caminando en la lluvia del metro Berri, o sea que a una estación y media de metro de mi casa. Era una lluvia de ésas que limpian todo. Las calles, las veredas, los callejones, hasta el aire. No había nadie alrededor y después del desorden del invierno y de los primeros meses de primavera, parecía que alguien hubiera barrido y mojado todo con su manguera de agua fresca. Y así, poéticamente, me robé una flor del magnolio de la calle Cherrier.

Hace un par de noches, salí a caminar en la lluvia, esta vez con paraguas. Normalmente me basta con la tele o un libro para pasar la noche, pero esta vez tenía ganas de salir. Me paseé primero por la calle Saint Denis, mirando zapatos en las vitrinas. Volví por Roy, o sea la vuelta larga, y caminé hasta el Parque Lafontaine, escuchando caer las gotas en la calle y sobre mi paraguas rojo. En el parque me sentí llevada por esas intuiciones frustrantes que te parecen indicar que si las sigues, algo mágico pasará, pero a mí rara vez se me cumple ese misterio. Ninguna señal divina, sólo un impulso. La laguna se veía bonita desde mi posición bajo un gran árbol. Quisiera poder decir que estaba sumida en la oscuridad más profunda, pero no es el campo. Aparte de las luces de la ciudad, alrededor de la laguna en el parque hay focos. Bueno, una se hace la loca. Usa la imaginación no más. A la vuelta encontré una flor cortada y botada en la calle. La recogí y la dejé en el parabrisas de un auto estacionado. A ver si al menos a otro le hago sentir algo mágico.

Esta noche me volví caminando de la casa de Tom y en cuanto salí a la calle empezó a llover. Abrí el mismo paraguas rojo, me aferré a mi revista In Style y al libro que Tom me prestó, y me largué a tiritar. Llovió tan fuerte todo el camino, que son como 20 minutos a pie, que llegué hasta con el pelo mojado, a pesar que de que iba bajo la protección de mis paraguas. Todo de los muslos para abajo empapado, los jeans pegados, los zapatos embarrados y húmedos por dentro. ¿Les conté que iba sin calcetines? Esto no era magia, era como una maldición. Si empezó JUSTO cuando salí a la calle. Mi papá quizás tiene razón: Dios sí castiga.

Oye, y na' que ver pero si tenís onda tres puchos, convídate uno, no seai mala onda poh! (me lo quería sacar del sistema no más y en este idioma espero que la iñipiñi no cache)

4 comments:

AWB said...

si el aire esta terrible.
las enfermedades estan difundidas top to bottom ahora.
han habido unos dias de visibilidad bajisima. parece londres en tiempos de la revolucion industrial, pero tenemos Auge!

AWB said...

ah, Ochoa, yo confieso que he parrillado igual (pero no tengo cocina en mi casa)

Anonymous said...

lo que es yo, me voy a Viña para escapar del smog y gozar del frescor marino. Lo malo es que las sábanas se humedecen en esos caserones enormes y vacíos dondo paro, casas de fantasmas.
Ya no me operan de apendicitis, y yo que me veia en ER

bubi said...

Bueno,Hoy yo hare asado,...contaminare un poco, pero hago el fuego re bien, asique no echo mucho humo,..perdonenme, es para celebrar mi regreso de Haiti,y excusa, pa ver a los amigos,...besos isabella, siempre estas presente!!!!

 
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