Mademoiselle Molina

El miércoles fui a ver un recital de Juana Molina. Es la segunda vez que la veo en vivo. La primera fue en Ottawa, durante un festival supuestamente de blues, pero en realidad surtido de mucho pop. Y ahí estaba la mademoiselle Molina, y yo la cachaba sólo porque Luis me mandó el mp3 de una canción llamada Isabel. Convencí fácilmente a mi amiga Jen y ese recital, sentadas en el pasto, en verano, fue tan bueno que Jen se compró el disco Tres Cosas. Después me lo copió y me lo regaló para mi cumpleaños.

Bueno, este miércoles recién pasado Juana volvió a Montreal y la vimos en la Sala Rossa, que es un centro cultural español pero naaaaada que ver con el de Providencia. Mucho más humilde. Quizás más sincero, y no sé si más o menos español porque no conozco España ni los españoles.

Juana, con el pelo cortado en línea recta hasta los hombros, habló en francés casi todo el rato. Muy bueno su acento. Mucho más refinado que el típico acento quebecois. Incluso cantó una en francés. El resto, como saben, en español, y el público totalmente motivado. Tanto así que cuando ella lo pidió, todos nos levantamos y corrimos las sillas sobre las que estábamos sentados y quedamos de pie, para disfrutar mejor. Todo porque ella, ceño fruncido y todo, tiene mucho encanto.

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Anoche fui a ver Brazilian Girls al teatro La Tulipe. Alguien me contó que habían tocado en Chile. Que quizás la cantante, Sabrina, es chilena. Lo dudo. No conozco muchas chilenas con un cuerpo así: alta, esbelta... No. Bueno, después les cuento más sobre ese recital.